miércoles, 1 de abril de 2020

La Gigantomaquia del Altar de Pérgamo (y 2)

Altorrelieves de Zeus y Atenea. Museo de Pérgamo. Berlin.

En el extremo norte de la cara este del altar se encuentran los dos altorrelieves más famosos y de mayor calidad a juicio de los expertos, los dedicados a las deidades titulares, Zeus y Atenea. Pero antes de analizarlos, veamos los que les preceden y que continúan el de Hécate y Artemisa con los que concluimos la anterior entrada.


Leto lanza la llama de su antorcha contra Ticio, el gigante que intentó violarla y que fue condenado a los infiernos donde sufriría el eterno castigo de que su hígado fuera devorado por buitres.



A su lado combate su hijo Apolo que, con un gesto de gran majestuosidad que enfatiza el admirable modelado del torso, sostiene el arco todavía vibrante cuya flecha acaba de alcanzar al gigante, que tal vez sea Efialtes.

La postura idealizada y la belleza de Apolo recuerda tanto a la estatua clásica del escultor Leocares, de unos 150 años antes del friso, y que puede haber sobrevivido en una copia de la época romana, el famoso Apolo de Belvedere, y  una de metopas sur del Partenon de Atenas. 
Metopa sur XXVII del Partenon de Atenas. Museo Británico
Derecha: Apolo del Belverede, Museos de Vaticano


La parte central del lado este es la mas deteriorada de esa cara: el protagonismo aquí le corresponde a Demeter y a Hera, aunque entre ellas también aparece Iris, la mensajera de alas doradas. La identificación de la diosa oponente al gigante caido con Ceres/Demeter es dudosa, porque sabemos que no participó en la Gigantomaquia por sus afinidades con Gea. El ala se relaciona, sin duda, con Isis.  Por su parte Hera entra en la batalla en su carro arrastrado con los cuatro caballos alados se identifican como las personificaciones de los cuatro vientos Noto o Austros , Bóreas , Céfiro y Euro.


A los pies de los caballos podemos ver una de la escasas alusiones a campañas militares contemporáneas al reinado de los atálidas: se trata de la estrella de Macedonia o sol de Vergina en el escudo redondo del gigante, un símbolo religioso usado como emblema de la dinastía argéada, que representa a los cuatro elementos y a los doce dioses del Olimpo.


El relieve de Zeus, de gran maestría compositiva y de gran calidad técnica, es la apoteosis del helenismo barroco. En una gran sacudida cósmica e impulsándose hacia atrás para atacar, Zeus blande el rayo con su mano derecha y con un gesto victorioso extiende su brazo izquierdo armado con la égida; su manto flotante, de pliegues profundos, deja al descubierto un torso poderoso. Ya dos gigantes han sido fulminados por el arma divina. Solo el gigante Porfirion aún resiste. Apoyado en sus anillos de serpiente, orgullosamente amenaza al dios con su brazo envuelto en una piel de animal. 


Reconstrucción del altorrelieve.


Atenea comparte con Zeus el lugar de honor y su victoria se escenifica con la misma magnitud. Armada con su escudo en el brazo izquierdo, la diosa acaba de derrotar a Alcioneo, un joven gigante alado, a quien sujeta de su cabello. El gigante, mordido en el pecho por la serpiente de Atenea, eleva al cielo un rostro lleno de angustia y con un gesto instintivo agarra el brazo de la diosa. Frente a él, un busto de mujer desaliñada emerge del suelo: es Gea, su madre, quien pide piedad en vano, porque una Victoria, volando sobre campo de batalla, consagra el triunfo de Atenea poniendo una corona en su casco. 


Reconstrucción del altorrelieve.





Alcioneo pugna con Atenea mientras es atacado por la serpiente de la diosa.
El lado este del friso terminaba con la figura de Ares luchando en su carro. No queda gran cosa: caballos encabritados de soberbia planta, pisoteando el cuerpo de un gigante caído.

La transición al lado norte se hace a través de Afrodita, amante del dios de la guerra, y a partir de ahí se despliegan otros dioses de la guerra hasta llegar a los dioses nocturnos y oscuros en la parte central que enlazan a través de las Hespérides (que cuidaban del extremo occidente) con Poseidón, comenzando así el ciclo de los dioses marinos que giran por el ala NO de la escalera.


Fobos y Deimos, hjos de Ares, en pleno combate.
A la izquierda, Afrodita pisa al  gigante Ctonio. 



Aunque por esta cara norte desfilan la diosa alada Enyo, la compañera de Ares, las tres Moiras o diosas del destino, las Gorgonas y su madre, la diosa Ceto, y el dios marino Poseidón, que aparece junto a su carro tirado por caballitos de mar, la figura más elegante que aparece en el friso el la diosa Nix*, que sostiene un recipiente lleno de serpientes listo para ser lanzado sobre su rival. El jarrón representaría la constelación de la Copa o el Cráter, y la serpiente la de Hydra. Así, por un simbolismo que no puede ser ignorado, ni por su originalidad ni por su valor poético, el artista le ha dado a la Noche como arma las estrellas arrancadas de la bóveda celeste.


En el brazo norte del altar se reúnen las deidades del mar. En la parte frontal oeste , Tritón , representado con torso humano, alas, cuerpo de pez y patas delanteras de caballo, y su madre Anfítrite luchan contra varios gigantes.

Finalmente, en la pared de la escalera, el friso se llena con las figuras de Nereo y la oceánide Doris, seguidos por Océano y probablemente Tetis, su esposa. En la parte más angosta, donde los escalones reducen el espacio, un águila volando extiende sus alas anchas, motivo similar al que ocupa el mismo lugar en la otra pared. Así el friso comienza y termina con una figura idéntica, la del pájaro querido por Zeus, como si el artista hubiera querido recordar, con este doble símbolo, la dedicación de Gran altar.


Terminamos recordando que esta maravilla escultórica estaba totalmente policromada y que probablemente la disposición cromática presentase un simbolismo claro: el ciclo de Dionisos en verde, el de Cibeles en marrón, las divinidades solares en amarillo, el ciclo de Leto en azul claro, Zeus con su clámide roja, las deidades nocturnas que se situaban en la cara norte en tonos negros y el ciclo de los dioses marinos en azul oscuro.
Reconstrucción de ceremonia en el Gran Altar donde se puede onservar la policromía del friso
fuente: 
https://archaeologyillustrated.com/

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* Hay dudas sobre la identificación de esta figura. Algunos investigadores la consideran una de las Erineas, las diosas de la venganza. Otros, tienden a pensar que se trata de Cloto (la más joven de las tres Morias). Hay incluso quienes  veen en ella a Perséfone. 

* Una lectura recomendada para concluir esta incursión en el Pérgamo de la Antigüedad es la novela Las cartas de Pérgamo de Bruce W. Longenecker. En ella através de una correspondencia imaginaria, un noble romano llamado Antípas, cuyo nombre aparece en la carta dirigida a esta iglesia en el Apocalipsis, escribe a Lucas, el autor del Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles sobre el misterio de los orígenes del cristianismo y su cosmovisión contraria al modo de vida romano.

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