viernes, 10 de abril de 2020

Los sifones de los acueductos romanos

Aunque la idea popular que se tiene de los acueductos es la de las arquerías monumentales que aún impresionan por su belleza (Segovia, Pont du Gard, Mérida), estas estructuras eran sólo una pequeña parte del sistema de un acueducto, que en su trayecto de conducción del agua desde el manantial a la ciudad -a veces de más de 100 km- estaba formado por obras de captación (caput aquae) y decantación, embalses, túneles, torres de distribución (castella aquarum) y, lógicamente, el canal (specus) por el que discurría el agua.


Como el principal motor para mover el agua por el acueducto fue la gravedad era imprescindible que la ciudad abastecida estuviese ubicada en una cota inferior a la de las fuentes de alimentación. Por ello era imprescindible mantener una pendiente constante y lo más regular posible durante todo el trayecto. Esta pendiente no debía ser muy pronunciada para que la velocidad del agua no dañara el canal ni con poca inclinación para evitar que la lentitud del fluido provocara sedimentos y colmatase la conducción. 

Evidentemente ajustarse a esta norma requería una precisión topográfica admirable y entrañaba una dificultad extraordinaria. Era necesario un estudio preciso del terreno del recorrido para determinar el trazado del canal, que seguirá las curvas de nivel rodeando los obstáculos del relieve. Este trayecto natural que, evidentemente no era el más corto, era, sin embargo, el que requería menos trabajo. ¿Cómo lo determinaban? Los romanos contaban con tres instrumentos muy útiles:

Pero evidentemente lo más difícil en la construcción del canal era franquear los obstáculos orográficos como una fuerte pendiente, una montaña que no interesaba o no se podía contornar, un valle pronunciado, etc. Para ello los ingenieros romanos adoptaron diversas soluciones: cascadas escalonadas, túneles, puentes-acueductos o sifones.

Una ingeniosa forma en que por sus características naturales los valles y las depresiones podían cruzarse era el sifón invertido, una técnica basada en el principio físico simple de que "el agua encuentra siempre su propio nivel". Los romanos conocían bien este principio de los vasos comunicantes, como lo expresa Plinio (Hist. Nat. 21.57) y lo aplicaron con gran eficacia en sus acueductos. Un ejemplo de sifón invertido es el que se útilizo en Pergamo para llevar el agua a la acrópolis:



En ocasiones, los romanos cruzaban la parte más baja del valle mediente un puente (venter), ya sea para reducir la presión del agua que aumentaba con la caída vertical de la tubería, o para formar un lecho nivelado y resistente. Esto se puede apreciar en el asentamiento romano de Lugdunum (actual Lyon) que tuvo una red de suministro de agua muy importante: los acueductos de Gier, Brevenne, Yzeron y Mont d’Or. Esta red de acueductos, que fue la más grande del Imperio Romano después de la de Roma, debió utilizar sistemas de sifón para cruzar los valles del arroyo Yzeron y Rochecardon, que separan la colina de Fourvière (300mts), donde se asentaba la ciudad, de las alturas de donde provenía el agua. 

Esquema del acueducto de Gier. Lyon. Francia

La principal dificultad que enfrentan los ingenieros romanos es controlar la presión del agua que llega al al puente del venter. Por ejemplo, en el puente del sifón Beaunant de 122,3 metros de altura, la presión superaba los 12 bar. Por lo tanto, era necesario hacer circular el agua en varias tuberías hechas de plomo e incrustarlas en el mortero para evitar que explotaran.
Arranque del sifón y puente-venter del acueducto de Gier













El acueducto más largo de la Hispania romana era una compleja infraestructura hidráulica de 83 kilómetros ideada para abastecer de agua a Gades y que nacía en los manantiales de Tempul, en la sierra de las Cabras, y recorría Arcos, San José del Valle y la campiña de Jerez. Fue necesario no sólo para la creciente población de la ciudad y su puerto , sino también para la industria localmente importante del garum (salsa de pescado). El acueducto puede haber sido uno de los proyectos establecidos por L. Cornelius Balbus Minor aunque probablemente no se terminaría hasta mediados del siglo I, estando en funcionamiento unos 150 años.

El sifón fue empleado con profusión en el acueducto gaditano, ofreciéndonos ejemplos con pocos paralelos –por su magnitud y por las soluciones técnicas- en el imperio. El gran sifón de los Arquillos, uno de los más espectaculares del imperio romano, constaba de una torre de recepción – Torre de la Rendona- desde la cual se encaminaba la tubería machihembrada hasta el álveo del arroyo. Para salvar el cauce se construyeron unas arquerías o arcuationes de 750 metros de longitud, que debieron ser las más largas del acueducto gaditano, sobre ellas discurrió la tubería a presión y, una vez superada la base del valle, continuaba cuesta arriba, hasta una segunda torre, localizada frente a la anterior, a unos 1.800 metros en línea recta pero a una cota ligeramente inferior, con objeto de que funcionara el principio de los vasos comunicantes y el agua pudiera seguir su recorrido nuevamente en galería.

Además de estas magnas obras de ingeniería el acueducto de Gades sorprendía porque en su último tramo, antes de alcanzar la isla, tenía un tramo marítimo en paralelo a la vía Augusta. Así lo describe Yaqut, geógrafo sirio que vivió en el siglo XII-XIII: "En el subsuelo hay un manantial de agua dulce que los antiguos canalizaron y condujeron a la isla de Cádiz en piedras machihembradas; cruzaron puentes y montañas, y allí, donde encontraron abismos, construyeron puentes y sifones hasta llegar al mar donde lo pusieron en canales de seis millas de largo hasta su llegada a Cádiz …, fue conducido por medio de una construcción en el medio del mar desde la tierra firme y sólida, cubierta con plomo y protegida con rocas y una capa impermeable, para que el agua del mar no pudiera filtrarse.... "


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* Sencillo pero didáctico vídeo sobre el acueducto de Gier en Lyon en este enlace y más información de los acueductos de la ciudad en este otro.

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