jueves, 30 de abril de 2020

La ciudad palatina de Teodorico el Grande

Teodorico 'El Grande' (454-526), rey ostrogodo, fue uno de los gobernantes más poderosos de su época, llegando a dominar las penínsulas itálica e ibérica -esta como regente-, 


  Medallón de oro con la efigie de Teodorico, 
caracterizado por el bigote, según la moda 
de los godos. Roma, Palazzo Massimo 
la Galia mediterránea y las provincias del Danubio. Hijo del rey Teodomiro, nació en la Dacia y entre los 9 y 18 años vivió como rehén en Constantinopla, donde recibió una educación grecolatina.

Elevado al poder de su pueblo tras la muerte de su padre, su presión sobre el emperador bizantino Zenón le permitió alcanzar un pacto para entrar como aliado en el imperio y hacerse de facto con la península italiana. Para ello, él mismo mataría en medio de un banquete al rey Odoacro, jefe de los hérulos que había depuesto al último emperador romano de occidente. Era el año 493, y desde entonces hasta su muerte, sin duda influido por lo que había visto en la capital bizantina, Teodorico trataría de convertir a Rávena en una pequeña Constantinopla.


En la época dorada de Rávena (siglos V y VI), la ciudad, a partir de su núcleo de origen romano, se había expandido hacia el norte más allá del Flumisellum, atravesado con el impresionante puente de Augusto, hacia la zona que se conoció como Regio Augusta y, sobre todo, hacia el este, más allá de la Padenna, hacia el distrito palatino, Regio Caesarum,  estructurado en torno a la Platea Maior (calle principal a manera de la Mese de Constantinopla)



El marco monumental de la nueva ciudad surgió en torno a la Platea Maior, el tramo urbano de la via Popilia que comunicaba con el puerto de Clase a través de la puerta de san  Lorenzo  abierta
en los muros construidos en tiempos de Honorio y Valentiniano. En su entorno se hallaba el palacio de Teodorico donde antes estaba la residencia del praefectus classis ravenensis y donde su instaló Honorio a su llegada a Rávena.  En él, llamado ad laurate por la cercanía a dicha puerta, aunque el obispo Agnellus relaciona el nombre con los triunfos de Valentiniano, tuvo lugar el referido asesinato de Odoacro por Teodorico. Este lo reformó y amplió hacia el norte con cuadripórticos ornados con mosaicos y la capilla palatina arriana dedicada a Cristo Salvador, como en Constantinopla. Hoy esta capilla es la bellísima san Apolinar Nuovo.

La entrada monumental al palacio se encontraba en la platea maior y se denominaba ad calche ( de nuevo referencia al chalke de Constantinopla) y formaba el núcleo de la ciudad palatina junto con la catedral arriana, el episcopio y el baptisterio al oeste de la Platea Maior.
Restos del palacio de Rávena.

Una segunda avenida porticada cruzaba la Platea Maior en ángulo recto, conectando el área del palacio con el punto focal de la ciudad antes de la llegada de la corte imperial, donde desde fines del siglo IV el obispo Urso levantó catedral, palacio episcopal y baptisterio. Fue esta (hoy Via Mariani) la primera calle en ser monumentalizada (unía los dos polos de poder, civil y eclesiástico, en la línea establecida por Teodosio), que no era más que la continuación de la Via Popilia que entraba por Porta Aurea, arco de triunfo erigido por Claudio tras su victoria sobre los britanos. Sabemos que el puente de esta calle que salvaba la Padenna estaba cubierto (pons copertus). 
En su cruce con la Platea Maior y no lejos del complejo episcopal arriano estaba la ceca real, y en la misma calle, hacia el este, la capilla de San Juan Evangelista de época de Valentiniano III. La calle terminaba en la Porta Palatii.

Los reyes llevan el gorro frigio en alusión a su origen oriental y se arrodillan ante la Virgen en el ritual de proskynesis, introducida desde Persia por Alejandro Magno y que se perpetuó en la corte bizantina para emperador.
Aunque el mosaico más conocido de San Apolinar Nuovo es el de la representación de los Reyes Magos, una de las más antiguas del mundo, en la iglesia hay otros dos interesantísimos para conocer la morfología de ciudad en la época de Teodórico. El primero de ellos representa el importantísimo puerto de Clase,  que en ese momento era el más grande de todo el Adriático. A la izquierda, los mosaicos forman la figura de tres barcos alineados verticalmente, que se encuentran en las tranquilas aguas azules del puerto, en una perspectiva inusual de "ojo de pájaro", que resalta su amplitud. A ambos lados están protegidos por un par de altas torres de piedra. Continuando hacia la derecha, se pueden ver las altas y poderosas murallas almenadas de la ciudad, dentro de las cuales se representan varios edificios notablemente estilizados: un anfiteatro , un pórtico, una basílica, una construcción civil de plan central cubierto por un techo cónico. Sobre la puerta de entrada a la ciudad, en el extremo derecho, se puede leer las palabras en latín: CIVI CLASSIS (Ciudad de Clase).
Puerto de Clase.

El segundo reproduce el famoso Palacio de Teodorico, reconocible por la inscripción latina PALATIVM (Palacio). Los edificios interiores representados están mostrados en perspectiva resaltada. Eso significa que lo que se ve corresponde a tres lados del peristilo, dispuestos en un plano único. Entre las columnas hay telas blancas decoradas con oro, que cubren las sombras de antiguas figuras humanas (casi con toda seguridad el propio Teodorico y miembros de su corte) que fueron eliminadas y de las que aparecen por diversos lugares marcas de manos en las columnas.
Tanto Carlomagno como Napoleón se llevaron columnas decorativas de las
ruinas del edificio que acabaron en la capilla palatina de Aquisgrán.

La aparencia del edificio reproducido coincide con la descripción que hace el obispo Agnellus, que habla de un frontón en la entrada con un mosaico del rey con lanza. También alude a una estatua ecuestre, similar sin duda a la de Justiniano en el Augusteion de Constantinopla, que debió llevarse Carlomagno a Aquisgrán junto a numerosos mármoles y pavimentos.

El mosaico representa un edificio elevado sobre columnas. En el centro, tres arcos en cuatro columnas sostienen un frontón. A ambos lados de la estructura central, hay dos pasillos con características y estructuras simétricas. Estos pasillos son construcciones de dos pisos que consisten en columnatas con arcos con una serie de ventanas arriba. El frontón central es más alto que los pasillos laterales y sus columnas mucho más ricas en detalles. Todo está cubierto con techos inclinados de tejas rojizas.  Las columnas del cuerpo central se alzan sobre basas decoradas y sostienen cuatro capiteles compuestos  de hileras dobles de hojas de acanto y un ábaco, cada una con una roseta en el centro. Cruces decoran el centro de los bloques de impostas y una cornisa almenada enmarca el frontón y los arcos. Sobre los arcos, el entablamento muestra la inscripción de palacio. Las enjutas tienen un fondo dorado y están decoradas con guirnaldas verdes sostenidas por dos figuras aladas. El arco central, enmarcado por un dintel, está relleno de una espiral vegetal de guirnaldas que se desarrollan a partir de un elemento central similar a una flor. Mientras, coronas están suspendidas de los centros de los arcos laterales; las teselas doradas predominan en la parte central del mosaico. Cortinas cubren cada vano. Mientras la central está ricamente decorada con inserciones doradas y bordada con elementos vegetales; las otros están cubiertas de rosetas rojizas.  


Por encima de las columnatas el entablamento enmarca una serie de arcos ventanas que están separadas por pequeñas columnas blancas con basas planas. Las ventanas tienen un área inferior con dos paneles rojizos y un área superior protegida por una cuadrícula cuadrada con dibujos. Una cornisa punteada enmarca la pared sobre la ventana que está revestida de teselas doradas decorada con las mismas figuras aladas que sostienen guirnaldas verdes. 

Cuando los bizantinos llegan a Rávena, la topografía del poder ya estaba construida: calles porticadas que comunicaban focos cívicos (el religioso y el civil) y que eran escenarios de desfiles y procesiones. En su relato sobre las negociaciones con Atila en 450 para evitar la destrucción de la ciudad, Agnellus dice que fue aclamada su clemencia por la población de Ravena ”por tanto el rey salió de la ciudad y (la gente de Rávena) lo aclamó en las calles adornadas y la ciudad decorada con todo tipo de flores"

La ciudad bizantina, y  Rávena, pese a su dualidad arriana/ortodoxa, lo era, se cornformó como recipiente para las epifanías triunfales del rey. Los elementos esenciales de la urbe se esquematizaban en mosaicos y otras representaciones: puerta de la ciudad, calle porticada y palacio. 

En la Tardoantigüedad en general y, como hemos visto, en el reinado de Teodorico en concreto, fue fundamental el nexo de unión entre arquitectura urbana, ceremonia palatina y legitimidad real.


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