jueves, 30 de abril de 2020

La ciudad palatina de Teodorico el Grande

Teodorico 'El Grande' (454-526), rey ostrogodo, fue uno de los gobernantes más poderosos de su época, llegando a dominar las penínsulas itálica e ibérica -esta como regente-, 


  Medallón de oro con la efigie de Teodorico, 
caracterizado por el bigote, según la moda 
de los godos. Roma, Palazzo Massimo 
la Galia mediterránea y las provincias del Danubio. Hijo del rey Teodomiro, nació en la Dacia y entre los 9 y 18 años vivió como rehén en Constantinopla, donde recibió una educación grecolatina.

Elevado al poder de su pueblo tras la muerte de su padre, su presión sobre el emperador bizantino Zenón le permitió alcanzar un pacto para entrar como aliado en el imperio y hacerse de facto con la península italiana. Para ello, él mismo mataría en medio de un banquete al rey Odoacro, jefe de los hérulos que había depuesto al último emperador romano de occidente. Era el año 493, y desde entonces hasta su muerte, sin duda influido por lo que había visto en la capital bizantina, Teodorico trataría de convertir a Rávena en una pequeña Constantinopla.


En la época dorada de Rávena (siglos V y VI), la ciudad, a partir de su núcleo de origen romano, se había expandido hacia el norte más allá del Flumisellum, atravesado con el impresionante puente de Augusto, hacia la zona que se conoció como Regio Augusta y, sobre todo, hacia el este, más allá de la Padenna, hacia el distrito palatino, Regio Caesarum,  estructurado en torno a la Platea Maior (calle principal a manera de la Mese de Constantinopla)



El marco monumental de la nueva ciudad surgió en torno a la Platea Maior, el tramo urbano de la via Popilia que comunicaba con el puerto de Clase a través de la puerta de san  Lorenzo  abierta
en los muros construidos en tiempos de Honorio y Valentiniano. En su entorno se hallaba el palacio de Teodorico donde antes estaba la residencia del praefectus classis ravenensis y donde su instaló Honorio a su llegada a Rávena.  En él, llamado ad laurate por la cercanía a dicha puerta, aunque el obispo Agnellus relaciona el nombre con los triunfos de Valentiniano, tuvo lugar el referido asesinato de Odoacro por Teodorico. Este lo reformó y amplió hacia el norte con cuadripórticos ornados con mosaicos y la capilla palatina arriana dedicada a Cristo Salvador, como en Constantinopla. Hoy esta capilla es la bellísima san Apolinar Nuovo.

La entrada monumental al palacio se encontraba en la platea maior y se denominaba ad calche ( de nuevo referencia al chalke de Constantinopla) y formaba el núcleo de la ciudad palatina junto con la catedral arriana, el episcopio y el baptisterio al oeste de la Platea Maior.
Restos del palacio de Rávena.

Una segunda avenida porticada cruzaba la Platea Maior en ángulo recto, conectando el área del palacio con el punto focal de la ciudad antes de la llegada de la corte imperial, donde desde fines del siglo IV el obispo Urso levantó catedral, palacio episcopal y baptisterio. Fue esta (hoy Via Mariani) la primera calle en ser monumentalizada (unía los dos polos de poder, civil y eclesiástico, en la línea establecida por Teodosio), que no era más que la continuación de la Via Popilia que entraba por Porta Aurea, arco de triunfo erigido por Claudio tras su victoria sobre los britanos. Sabemos que el puente de esta calle que salvaba la Padenna estaba cubierto (pons copertus). 
En su cruce con la Platea Maior y no lejos del complejo episcopal arriano estaba la ceca real, y en la misma calle, hacia el este, la capilla de San Juan Evangelista de época de Valentiniano III. La calle terminaba en la Porta Palatii.

Los reyes llevan el gorro frigio en alusión a su origen oriental y se arrodillan ante la Virgen en el ritual de proskynesis, introducida desde Persia por Alejandro Magno y que se perpetuó en la corte bizantina para emperador.
Aunque el mosaico más conocido de San Apolinar Nuovo es el de la representación de los Reyes Magos, una de las más antiguas del mundo, en la iglesia hay otros dos interesantísimos para conocer la morfología de ciudad en la época de Teodórico. El primero de ellos representa el importantísimo puerto de Clase,  que en ese momento era el más grande de todo el Adriático. A la izquierda, los mosaicos forman la figura de tres barcos alineados verticalmente, que se encuentran en las tranquilas aguas azules del puerto, en una perspectiva inusual de "ojo de pájaro", que resalta su amplitud. A ambos lados están protegidos por un par de altas torres de piedra. Continuando hacia la derecha, se pueden ver las altas y poderosas murallas almenadas de la ciudad, dentro de las cuales se representan varios edificios notablemente estilizados: un anfiteatro , un pórtico, una basílica, una construcción civil de plan central cubierto por un techo cónico. Sobre la puerta de entrada a la ciudad, en el extremo derecho, se puede leer las palabras en latín: CIVI CLASSIS (Ciudad de Clase).
Puerto de Clase.

El segundo reproduce el famoso Palacio de Teodorico, reconocible por la inscripción latina PALATIVM (Palacio). Los edificios interiores representados están mostrados en perspectiva resaltada. Eso significa que lo que se ve corresponde a tres lados del peristilo, dispuestos en un plano único. Entre las columnas hay telas blancas decoradas con oro, que cubren las sombras de antiguas figuras humanas (casi con toda seguridad el propio Teodorico y miembros de su corte) que fueron eliminadas y de las que aparecen por diversos lugares marcas de manos en las columnas.
Tanto Carlomagno como Napoleón se llevaron columnas decorativas de las
ruinas del edificio que acabaron en la capilla palatina de Aquisgrán.

La aparencia del edificio reproducido coincide con la descripción que hace el obispo Agnellus, que habla de un frontón en la entrada con un mosaico del rey con lanza. También alude a una estatua ecuestre, similar sin duda a la de Justiniano en el Augusteion de Constantinopla, que debió llevarse Carlomagno a Aquisgrán junto a numerosos mármoles y pavimentos.

El mosaico representa un edificio elevado sobre columnas. En el centro, tres arcos en cuatro columnas sostienen un frontón. A ambos lados de la estructura central, hay dos pasillos con características y estructuras simétricas. Estos pasillos son construcciones de dos pisos que consisten en columnatas con arcos con una serie de ventanas arriba. El frontón central es más alto que los pasillos laterales y sus columnas mucho más ricas en detalles. Todo está cubierto con techos inclinados de tejas rojizas.  Las columnas del cuerpo central se alzan sobre basas decoradas y sostienen cuatro capiteles compuestos  de hileras dobles de hojas de acanto y un ábaco, cada una con una roseta en el centro. Cruces decoran el centro de los bloques de impostas y una cornisa almenada enmarca el frontón y los arcos. Sobre los arcos, el entablamento muestra la inscripción de palacio. Las enjutas tienen un fondo dorado y están decoradas con guirnaldas verdes sostenidas por dos figuras aladas. El arco central, enmarcado por un dintel, está relleno de una espiral vegetal de guirnaldas que se desarrollan a partir de un elemento central similar a una flor. Mientras, coronas están suspendidas de los centros de los arcos laterales; las teselas doradas predominan en la parte central del mosaico. Cortinas cubren cada vano. Mientras la central está ricamente decorada con inserciones doradas y bordada con elementos vegetales; las otros están cubiertas de rosetas rojizas.  


Por encima de las columnatas el entablamento enmarca una serie de arcos ventanas que están separadas por pequeñas columnas blancas con basas planas. Las ventanas tienen un área inferior con dos paneles rojizos y un área superior protegida por una cuadrícula cuadrada con dibujos. Una cornisa punteada enmarca la pared sobre la ventana que está revestida de teselas doradas decorada con las mismas figuras aladas que sostienen guirnaldas verdes. 

Cuando los bizantinos llegan a Rávena, la topografía del poder ya estaba construida: calles porticadas que comunicaban focos cívicos (el religioso y el civil) y que eran escenarios de desfiles y procesiones. En su relato sobre las negociaciones con Atila en 450 para evitar la destrucción de la ciudad, Agnellus dice que fue aclamada su clemencia por la población de Ravena ”por tanto el rey salió de la ciudad y (la gente de Rávena) lo aclamó en las calles adornadas y la ciudad decorada con todo tipo de flores"

La ciudad bizantina, y  Rávena, pese a su dualidad arriana/ortodoxa, lo era, se cornformó como recipiente para las epifanías triunfales del rey. Los elementos esenciales de la urbe se esquematizaban en mosaicos y otras representaciones: puerta de la ciudad, calle porticada y palacio. 

En la Tardoantigüedad en general y, como hemos visto, en el reinado de Teodorico en concreto, fue fundamental el nexo de unión entre arquitectura urbana, ceremonia palatina y legitimidad real.


miércoles, 22 de abril de 2020

Gala Placidia, reina goda y emperatriz romana.

La ciudad italiana de los mosaicos  tuvo muchos habitantes famosos, pero pocos dejaron una impronta tan indeleble en ella como la emperatriz romana Gala Placidia.
Uno de los más conocidos monumentos de Rávena es el llamado mausoleo de Gala Placidia. Su interior sorprende por la riqueza decorativa de sus paredes y bóvedas, con placas de mármol y mosaicos realzados por la luz que entra a través de las ventanas de alabastro. Todo el programa iconográfico, tanto figurativo como simbólico, representa el triunfo de la cruz sobre la muerte. Por eso un maravilloso cielo estrellado parece abrirnos el universo y, en un círculo mágico, gira en una espiral que se cierra sobre la cruz del centro de la bóveda. El azul intenso está perfectamente complementado por el tono de oro refulgente y brillante de las estrellas, que parecen titilar en medio del universo.           La calidad de los mosaicos,  como el de Cristo como Buen Pastor en la luneta de la entrada norte o los geométricos, florales y estrellados de la bóveda del mismo brazo, asombra al tratarse de las obras originales del siglo V.
Aunque su identificación como el edificio funerario de la emperatriz Gala Placidia está ampliamente difundida (su escasa luz interior, el conjunto iconográfico interpretable en clave funeraria y, por supuesto los sarcófagos que cobija serían argumentos a favor), no hay ninguna certeza de ello: el edificio pudo haber sido una simple capilla con función de martirium u oratorio perteneciente a la iglesia de Santa Croce, a la que estaba conectada con un nártex.
   
En cualquier caso, esta denominación nos da pie a recordar a una de las mujeres más fascinantes de la Antigüedad, cuya biografía es de película de Hollywood.

Sólido dorado con la efigie de Gala Placidia,
acuñado en Rávena entre 426 y 430 d. C.

"En la época en que Honorio gobernaba en Occidente los bárbaros se adueñaron de su territorio" Así nos cuenta Procopio la irrupción de los godos en la parte oeste del Imperio romano que Teodosio había asignado a su hijo Honorio. Ante la inseguridad éste había trasladado la corte a Rávena, que estaba rodeada de ciénagas y pantanos y tenía fácil acceso a las fuerzas imperiales de Oriente. Sin embargo, en 409, el rey visigodo Alarico I simplemente evitó Rávena, y marchó a saquear Roma, tomando como rehén a Gala Placidia, hermana del emperador. La invasión goda la había provocado el propio Honorio cuando, tras descubrir un complot para derrocar a su sobrino que reinaba en Bizancio, mandó ejecutar al magister militum vándalo Estilicón, a su hijo Euquerio, prometido a Gala Placidia, y a unos 30000 foedetati que servían como tropa auxiliar en el ejército romano. La venganza de Alarico culminaría el 24 de agosto del 410, con el pillaje de la ciudad eterna y la captura de Gala Placidia, que desde su nacimiento ostentaba el título de Nobilísima, que le permitía transmitir la dignidad imperial, y desde el 404 el de Augusta. Con ella los visigodos se trasladaron desde Italia hasta el sur de la Galia, pero, cuando llegaron allí, en 412, su jefe, Alarico, había fallecido.

A Alarico le sucedió, por elección unánime, su cuñado Ataúlfo. A pesar de que este era unos 20 años mayor que Gala Placidia, parece que realmente el visigodo y la romana se enamoraron y se casaron en Narbona, por el rito arriano, el 1 de enero de 414. Honorio no lo vio con buenos ojos y envió tras ellos a su mejor magister militum, Constancio, antiguo pretendiente de Gala Placidia, lo que obligó a Ataúlfo a desplazar a su pueblo hacia el sur, hacia Hispania.

Mosaico del mausoleo de Gala Placidia que recuerda al famoso de
Soso de Pérgamo, pero con un mensaje muy diferente: 
La escena
simboliza 
 a las almas en busca de la paz eterna que sacian su
sed en 
la fuente de la salvación divina.
Tras expulsar a los vándalos, se instalaron en Barcino, donde establecieron la capital de su nuevo reino. Allí nacería el único hijo de la pareja, un varón al que pusieron por nombre Teodosio y que fallecería poco después. Casi al mismo tiempo que fallecía su hijo, Ataúlfo cometió una imprudencia que resultaría fatal: aceptó a su servicio a un tal Dubius, quien resultó ser un antiguo criado de Sarus, jefe germánico muerto a manos de Ataulfo. Deseoso de vengar la muerte de su señor, Dubius acabó con la vida de Ataúlfo mientras este tomaba un baño, a finales del verano de 415. La confusión del momento fue aprovechada por el hermano de Sarus, Sigerico, para hacerse con el poder y autoproclamarse rey de los visigodos. En los siete terribles días que duró su mandato, Sigerico hizo asesinar a los hijos que Ataúlfo había tenido de un matrimonio anterior, y sometió a Gala Placidia a todo tipo de crueldades y humillaciones, como hacerla caminar descalza junto a los esclavos durante más de 20 kilómetros. Estos hechos fueron una de las causas que llevaron a los enemigos de Sigerico a levantarse en armas contra él, asesinándolo y reemplazándolo por Walia, el hermano de Ataúlfo. La necesidad crónica de alimento para su pueblo llevó a Walia a negociar un tratado de paz con Roma. Y así, a cambio de 600.000 modios de trigo  y de que los visigodos se convirtieran en foederati, Gala Placidia fue devuelta a su mundo romano, cinco años después de su partida. 

A su regreso a Rávena, Honorio obligó a Gala Placidia a casarse con el que había sido el gran enemigo de los visigodos, Constancio. Con él tendría dos hijos: Justa Grata Honoria, nacida en 417 y que a punto estaría de casarse con el mismísimo Atila, y Flavio Placidio Valentiniano, quien vino al mundo en 419 y ascendería al trono imperial como Valentiniano III.
Cuando el 8 de febrero de 421, Constancio fue asociado al trono de Roma, bajo el nombre de Constancio III y recibió el título de Augusto, Gala Placidia se convertiría de facto en la única Emperatriz de Occidente, dado Honorio, divorciado de su segunda esposa, Thermantia, ya nunca se volvió a casar. Tan sólo siete meses después Constancio III falleció súbitamente en Rávena. Gala Placidia, viuda de nuevo, abandana subitamente la Corte rumbo a Constantinopla donde gobernaba su sobrino Teodosio II. Aunque los motivos de esta huída no están del todo claros, las crónicas históricas aluden al escándalo mayúsculo que provocó un abuso, o intento de abuso sexual por parte de Honorio (el historiador Olimpiodoro de Tebas, difundió sin tapujos que ambos hermanos mantenían una relación incestuosa). Fuese eso o los rumores de conspiración por su ascendiente sobre los godos,  lo cierto es que Gala Placidia y sus hijos marcharon a la capital fundada por Constantino, que ya conocía de su infancia. Cuando el 15 de agosto de 423 falleció Honorio, víctima de la hidropesía, Juan, su notario mayor, intentó usurpar el trono con el apoyo del general Flavio Aecio. Ante esto el emperador bizantino nombró César a Valentiniano, el hijo de Gala Placidia, e inició la campaña contra el usurpador Juan. Este envió a Aecio a solicitar ayuda militar a los hunos, pero antes de que regresara fue derrotado por las fuerzas bizantinas y decapitado en el verano de 425. Valentiniano, de seis años de edad, fue proclamado Emperador el 23 de octubre de 425; tres días después, Aecio llegó con 60.000 hunos. Gala Placidia hizo gala de su capacidad negociadora y consiguió  con Aecio a un acuerdo que aseguraría la estabilidad política en el Imperio Romano de Occidente durante los siguientes treinta años. Los hunos regresaron por donde habían venido (previo pago, claro), y Aecio fue nombrado magister militum per Gallias. Gala Placidia se había ganado a pulso la regencia del Imperio.
Durante su larga regencia, que se extendería 12 años, Gala Placidia tuvo que hacer frente a las ambiaciones de Flavio Aecio, quien, como magister militum, desde 433 se convertiría en corregente, hasta que en 437 Valentiniano cumplió los 18 años. La influencia de Gala Placidia sobre su hijo siguió siendo poderosa.Y eso hasta el último año de su vida.
"Como anhela la cierva estar junto al arroyo, así mi alma desea, Señor, estar contigo“ Salmos, 42-2
En la primavera de 450, Honoria, la hija de Gala Placidia, cometió un error que costaría caro al Imperio: queriendo librarse de un matrimonio impuesto por su familia, envió una carta al rey de los hunos, Atila, donde le explicaba su situación y le pedía que la rescatase; junto a la carta incluyó su anillo que, aunque posiblemente no fuese una petición de matrimonio, como tal fue tomada por Atila, quien solicitó la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote. Sólo Gala Placidia pudo evitar que Valentiniano mandara ejecutar a Honoria cuando descubrió lo sucedido pero, aunque escribió a Atila intentando aclarar el malentendido, éste hizo oídos sordos a la misiva, y decidió reclamar lo que consideraba suyo. 

El 27 de noviembre de 450, Gala Placidia fallecía en Roma, con 55 años de edad. Afortunadamente para ella, no llegó a ver cómo Atila asolaba Italia al año siguiente (hasta que fue derrotado por Aecio en la batalla de los Campos Cataláunicos), ni cómo su hijo Valentiniano manchaba sus manos de sangre al asesinar a Aecio en 454. Tampoco vio cómo el propio Valentiniano sufrió la venganza de los hombres de Aecio menos de un año después. Ni cómo 21 años después, el Imperio Romano de Occidente caería definitivamente a manos del bárbaro Odoacro, finalizando así toda una forma de entender la existencia.

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* Una buena biografía de Gala Placidia aquí.

* Un excelente vídeo, aunque en italianio, del Mausoleo en este enlace

viernes, 17 de abril de 2020

¿El primer beso de amor de la Historia del Arte?

No lejos de la ribera del río Brenta, en la ciudad de Padua, el viajero descubre la Capella degli Scrovegni, una joya del primer del renacimiento italiano que bien merece una visita para admirar sus espléndidos frescos y, en palabras del guía del lugar, el primer beso de amor de la Historia del Arte.

La escena referida se encuentra en el ángulo superior noroeste del muro del evangelio de la capilla. Se trata del último episodio del ciclo de que relata la historia de San Joaquín y Santa Ana, su encuentro ante los muros de Jerusalén.


Joaquín llega a Jerusalén con un pastor y Ana le sale al encuentro, acompañada por varias mujeres, entre ellas la sierva Judit, que lleva un manto en el brazo izquierdo. En el puente, ante la Puerta Dorada, tiene lugar el encuentro de los esposos, que se besan y abrazan. La pirámide que conforman ambas figuras tiene una gran fuerza plástica. Todos los presentes manifiestan gozo; sólo la amiga viuda envuelta en un manto negro, que junto a la sierva ocupa el centro de la escena, no participa en el común regocijo y su mirada se pierde en la lejanía. El cielo azul y la Puerta Áurea, que con sus almenas parece inspirada en el arco triunfal de Augusto en Rímini, constituyen el telón de fondo de esta cautivadora escena.

Pero ¿es este el primer beso de amor de la Historia del Arte? Existe en la sala 11 del Museo Arqueológico Nacional de Madrid un relieve ibérico de Osuna que parece desmentir la afirmación de nuestro guía. Se representan en él dos bustos de perfil, uno masculino y otro femenino, besándose. De procedencia posiblemente funeraria, se ha interpretado como una escena de despedida influida por modelos griegos helenísticos.



Parece, por tanto, que el primer ósculo de amor de la Historia del Arte no se lo debemos al gran Giotto, sino a nuestros ancestros los íberos, y que es diez siglos anterior al fresco de Padua.



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* Más información de la Capilla de los Scrovegni, aquí

martes, 14 de abril de 2020

Rávena, la ciudad de los mosaicos









"aquí, donde una vida antigua 
se divide en una dulce
ansiedad del Este"

Eugenio Montale , Dora Markus , vv. 11-13 


p
La "Bizancio italiana", la "joya bizantina", la "ciudad de los mosaicos"... A Rávena podemos darle muchos nombres, todos en relación de su tesoso más grande: los mosaicos. Gracias a ellos la ciudad posee ocho monumentos bizantinos y paleocristianos declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO desde 1996. Y es que Rávena tiene, para muchos, el mejor conjunto de mosaicos de toda la cuenca del Mediterráneo de los siglos V y VI, ya que casi todos los testimonios contemporáneos en el Imperio Romano Oriental fueron destruidos en el siglo VII durante el período iconoclasta y en Occidente, los mosaicos raveneses, están muy por encima de los de Roma, Venecia y Monreale.
Hoy Rávena es una mediana ciudad provincial de la hermosa región de Emilia-Romaña. Pero su antigua grandeza queda reflejada en los poemas de Oscar Wilde, George Gordon, Lord Byron, Herman Hesse y Eugenio Montale. En la influencia que sus dorados mosaicos ejerció sobre Gustav Klimt. O en ser el lugar de reposo de Gala Placidia, Teodorico,   Dante  y Gastón de Foix.


¿Y de dónde le viene semejante riqueza monumental? Pues que en su historia Rávena  sido capital tres veces: del Imperio Romano de Occidente (402-476),  del Reino de los Ostrogodos (493-553) y del Exarcado bizantino (568-751). Esta relevancia política le permitió acumular poder y riqueza y, por ello, una producción artística cortesana y refinada (arquitectónica, musivaria y eboraria) que ha dado pie a los especialistas a hablar de un Arte de Rávena caracterizado por lujosos interiores.
El tramo del valle bajo del Po en el que se asienta Rávena se caracterizaba por las frecuentes inundaciones de los ríos cortos y torrenciales que descendían de los Apeninos hacia el Mar Adriático. Esto condujo a la formación de grandes áreas de lagunas, que se extendían desde Ravena hasta el Po, que fluía más al sur que el curso actual, creando una gran zona pantanosa llamada "Valle Padusa" (de Padus). La característica fundamental de Rávena en toda la Antigüedad fue precisamente estar rodeada de agua y ser accesible sólo desde el mar, que llegaba  entonces hasta Classe, hoy barrio de la ciudad. 
Esta ventaja no fue ignorada por los romanos que en época de Augusto instalaron allí su flota de guerra (classis) para el Mediterráneo oriental. El castrum militar se instaló al sur de la ciudad republicana, aprovechando el puerto natural que formaba la cuenca exterior.

El área urbana estaba marcada profundamente por el PADENNA, una gran vía fluvial de unos 50 m de ancho que probablemente fuese la Fosa Augusta mencionada por Plinio y que conectaba el Po a la cuenca del puerto. Confluían con ella desde el oeste FLUMISELLUM, que cerraba la ciudad hacia el norte, y la LAMISA, que cruzaba el núcleo urbano. La vía Popilia que, por la costa, venía de Rímini, y la vía Faventina, que llegaba desde Florencia, eran la principales rutas terrestres que comunicaban a la ciudad.


En el alto imperio, desde el antiguo oppidum de origen republicano y calles ortogonales donde se encontraban los principales edificios públicos civiles -destacaba la Puerta Aurea de Tiberio Claudio para celebrar la victoria sobre los britanos-, y donde Julio César habría reunido sus tropas antes de cruzar el Rubicón, la ciudad se extiende hacia el norte, más allá del Flumisellum a través del puente de Augusto, y hacia el este, más allá de la Padenna, organizada para la navegación interior de la flota hasta Classis. En tiempos de Trajano se construyó un acueducto de 70 kms para abastecer a la ciudad.
Recostrucción de la ciudad republicana. En primer plano la Porta Aurea de Claudio orientada hacia la cuenca interna. También se puede apreciar el acueducto de tiempos de Trajano. En la parte superior aparece el puente de Augusto que conectaba la ciudad antigua con la nueva expansión hacia el norte, más alla del Flumisillum. Arriba a la derecha, al otro lado de la Padenna, la zona de expansión hacia el este, que en la tardoantigüedad se convertirá en el centro político de la ciudad.
En esta vista área de Rávena en el Ato Imperio podemos apreciar la red fluvial de canales y cuencas de la ciudad y el puerto de Classe en la parte superior.
Tras la crisis de los siglos III y IVRávena, primero como capital del Imperio Romano de Occidente, y después del reino gótico con Teodorico y centro de la administración bizantina en Italia (540 a 751), conoce una nueva edad dorada de desarrollo constructivo, que no desmerece la de los siglos I y II, cuando fue elegida por  Augusto como sede de la segunda flota militar, la Classis Ravennatis, y llegó a acantonar unos diez mil soldados (classiarii) en los tiempos de Trajano y sus guerras en Dacia y Panonia. Aunque las cuencas se fueron colmatando, el puerto no perdió su importancia en la Antigüedad Tardía y en la Alta Edad Media, hasta que hacia el siglo X fue desplazado por el de Venecia.
El historiador bizantino Jordanes, en el siglo VI, describe la urbs regia como una especie de conurbación articulada en tres núcleos (Ravena, Classe, Cesarea). El obispo Agnello escribe que Cesarea fue encerrada por empalizadas de madera por Longinus, nombrado exarca por Justiniano en la segunda mitad del siglo VI. Por lo tanto, Cesarea sería un suburbio entre la ciudad de Rávena y el centro de Classe, formado a partir de la era imperial, a lo largo de la via Popilia, que conectaba los dos centros, en un área con infraestructuras portuarias entre la línea costera y la cuenca externa cada vez más colmatada.

Pero la propia Rávena presentaba a su vez una estructura triple en los siglos V y VI. La ciudad, a partir de su núcleo de origen romano, se había expandido hacia el norte más allá del Flumisellum, atravesado con el impresionante puente de Augusto, zona que se conoció como Regio Augusta y, sobre todo, hacia el este más allá de la Padenna, hacia el distrito palatino estructurado en torno a la Platea Maior (calle principal a manera de la Mese de Constantinopla). En en periodo ostrogodo la dualidad de la comunidad católica (Ravenna Quadrata) y la corte arriana (Regio Caesarum) se marcará claramente en los edificios.

Fue en está epoca cuando floreció extraordinariamente el arte del mosaico para decorar las construcciones regias. 
EL MOSAICO (del bajo latín opus mosaicum, a su vez del latín clásico opus musivum y este, del griego μουσειoς-α-oν -mouseios-a-on-, ‘concerniente a las musas’​) es una obra artística elaborada con pequeñas piezas de piedra, cerámica, vidrio u otros materiales, de diversas formas y colores, llamadas teselas, unidas sobre un lecho aún fresco de yeso, cal y polvo de arcilla, cemento u otro aglomerante para formar composiciones decorativas geométricas, figurativas o abstractas. La obra del mosaico se realiza sobre todo en superficies planas y de tamaño grande, como una pared, un suelo o un techo, pero a veces se adapta también en simples objetos o pequeños paneles. El arte musivario es conocido desde hace miles de años, aunque hay periodos históricos donde es prácticamente ignorado y en otros en los que conoce un florecimiento extraordinario con un gran perfeccionamiento de su técnica. Este es el caso de la Rávena de la Tardoantigüedad, donde las iglesias comienzan a recubrir sus paredes con magníficos ejemplares, a manera de espléndido telón de fondo configurado por miríadas de pequeños cubos vidriados y dorados y de infinitas variaciones cromáticas.
Las teselas individuales de oro, colocadas ligeramente en diferentes 
ángulos, dan un efecto centelleante al fondo.
También novedosa va a ser la composición y colocación de las teselas sobre el muro, disponiéndolas con el tamaño y ángulo adecuados para aprovechar al máximo la luz y la vibración cromática y alcanzar los efectos tridimensionales buscados por el artista.
Terminamos con el hexámetro de un poeta desconocido contemporáneo de Teodorico que aparece en la capilla arzobispal de Rávena y que refleja mejor que nada el papel que cumplía el mosaico en estas construcciones:

“AUT LUX HIC NATA AUT CAPTA HIC LIBERA REGNAT”

El interior dorado de esta capilla mística transporta al espectador a un mundo de pura luz en el que todas consideraciones materiales se desvanecen. Esta función simbólica fue posible gracias a la maestría técnica alcanzada por los mosaicistas bizantinos: mientras que otros tipos a menudo se ven afectados por la decoloración, el oscurecimiento o el moho, los mosaicos dorados y vidriados en general tienen la gran ventaja de retener sus tonalidades prístinas y "generar” luz. Tal vez por ello afirmaba Ghirlandaio "la vera pittura per la eternità essere il musaico"

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* Magnifica página sobre los mosaicos de Rávena y con reconstrucciones 3D de la ciudad desde Augusto a Justiniano: TAMO

* Interesante página sobre la inspiración de Dante en los moaicos de Rávena.

* Los mosaicos de los edificios diocesanos aquí.

viernes, 10 de abril de 2020

Los sifones de los acueductos romanos

Aunque la idea popular que se tiene de los acueductos es la de las arquerías monumentales que aún impresionan por su belleza (Segovia, Pont du Gard, Mérida), estas estructuras eran sólo una pequeña parte del sistema de un acueducto, que en su trayecto de conducción del agua desde el manantial a la ciudad -a veces de más de 100 km- estaba formado por obras de captación (caput aquae) y decantación, embalses, túneles, torres de distribución (castella aquarum) y, lógicamente, el canal (specus) por el que discurría el agua.


Como el principal motor para mover el agua por el acueducto fue la gravedad era imprescindible que la ciudad abastecida estuviese ubicada en una cota inferior a la de las fuentes de alimentación. Por ello era imprescindible mantener una pendiente constante y lo más regular posible durante todo el trayecto. Esta pendiente no debía ser muy pronunciada para que la velocidad del agua no dañara el canal ni con poca inclinación para evitar que la lentitud del fluido provocara sedimentos y colmatase la conducción. 

Evidentemente ajustarse a esta norma requería una precisión topográfica admirable y entrañaba una dificultad extraordinaria. Era necesario un estudio preciso del terreno del recorrido para determinar el trazado del canal, que seguirá las curvas de nivel rodeando los obstáculos del relieve. Este trayecto natural que, evidentemente no era el más corto, era, sin embargo, el que requería menos trabajo. ¿Cómo lo determinaban? Los romanos contaban con tres instrumentos muy útiles:

Pero evidentemente lo más difícil en la construcción del canal era franquear los obstáculos orográficos como una fuerte pendiente, una montaña que no interesaba o no se podía contornar, un valle pronunciado, etc. Para ello los ingenieros romanos adoptaron diversas soluciones: cascadas escalonadas, túneles, puentes-acueductos o sifones.

Una ingeniosa forma en que por sus características naturales los valles y las depresiones podían cruzarse era el sifón invertido, una técnica basada en el principio físico simple de que "el agua encuentra siempre su propio nivel". Los romanos conocían bien este principio de los vasos comunicantes, como lo expresa Plinio (Hist. Nat. 21.57) y lo aplicaron con gran eficacia en sus acueductos. Un ejemplo de sifón invertido es el que se útilizo en Pergamo para llevar el agua a la acrópolis:



En ocasiones, los romanos cruzaban la parte más baja del valle mediente un puente (venter), ya sea para reducir la presión del agua que aumentaba con la caída vertical de la tubería, o para formar un lecho nivelado y resistente. Esto se puede apreciar en el asentamiento romano de Lugdunum (actual Lyon) que tuvo una red de suministro de agua muy importante: los acueductos de Gier, Brevenne, Yzeron y Mont d’Or. Esta red de acueductos, que fue la más grande del Imperio Romano después de la de Roma, debió utilizar sistemas de sifón para cruzar los valles del arroyo Yzeron y Rochecardon, que separan la colina de Fourvière (300mts), donde se asentaba la ciudad, de las alturas de donde provenía el agua. 

Esquema del acueducto de Gier. Lyon. Francia

La principal dificultad que enfrentan los ingenieros romanos es controlar la presión del agua que llega al al puente del venter. Por ejemplo, en el puente del sifón Beaunant de 122,3 metros de altura, la presión superaba los 12 bar. Por lo tanto, era necesario hacer circular el agua en varias tuberías hechas de plomo e incrustarlas en el mortero para evitar que explotaran.
Arranque del sifón y puente-venter del acueducto de Gier













El acueducto más largo de la Hispania romana era una compleja infraestructura hidráulica de 83 kilómetros ideada para abastecer de agua a Gades y que nacía en los manantiales de Tempul, en la sierra de las Cabras, y recorría Arcos, San José del Valle y la campiña de Jerez. Fue necesario no sólo para la creciente población de la ciudad y su puerto , sino también para la industria localmente importante del garum (salsa de pescado). El acueducto puede haber sido uno de los proyectos establecidos por L. Cornelius Balbus Minor aunque probablemente no se terminaría hasta mediados del siglo I, estando en funcionamiento unos 150 años.

El sifón fue empleado con profusión en el acueducto gaditano, ofreciéndonos ejemplos con pocos paralelos –por su magnitud y por las soluciones técnicas- en el imperio. El gran sifón de los Arquillos, uno de los más espectaculares del imperio romano, constaba de una torre de recepción – Torre de la Rendona- desde la cual se encaminaba la tubería machihembrada hasta el álveo del arroyo. Para salvar el cauce se construyeron unas arquerías o arcuationes de 750 metros de longitud, que debieron ser las más largas del acueducto gaditano, sobre ellas discurrió la tubería a presión y, una vez superada la base del valle, continuaba cuesta arriba, hasta una segunda torre, localizada frente a la anterior, a unos 1.800 metros en línea recta pero a una cota ligeramente inferior, con objeto de que funcionara el principio de los vasos comunicantes y el agua pudiera seguir su recorrido nuevamente en galería.

Además de estas magnas obras de ingeniería el acueducto de Gades sorprendía porque en su último tramo, antes de alcanzar la isla, tenía un tramo marítimo en paralelo a la vía Augusta. Así lo describe Yaqut, geógrafo sirio que vivió en el siglo XII-XIII: "En el subsuelo hay un manantial de agua dulce que los antiguos canalizaron y condujeron a la isla de Cádiz en piedras machihembradas; cruzaron puentes y montañas, y allí, donde encontraron abismos, construyeron puentes y sifones hasta llegar al mar donde lo pusieron en canales de seis millas de largo hasta su llegada a Cádiz …, fue conducido por medio de una construcción en el medio del mar desde la tierra firme y sólida, cubierta con plomo y protegida con rocas y una capa impermeable, para que el agua del mar no pudiera filtrarse.... "


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* Sencillo pero didáctico vídeo sobre el acueducto de Gier en Lyon en este enlace y más información de los acueductos de la ciudad en este otro.