El galo o gátata moribundo fue una de las obras de la Antiguedad más admiradas e inmitadas. Hoy sólo conservamos esta copia romana en los Museos Capitolinos de Roma, pero sabemos que el original, probablemente de bronce, formaba parte de un grupo escultórico erigido en la acrópolis de Pérgamo.
En efecto, fue Atalo I, el primer miembro de la dinastía real que se proclamó basileo, quien tras derrotar definitivamente a los gálatas en una gran batalla (230 aC),
que le dio enorme prestigio -se otorgó por ello el título de SOTER-, la conmemoró con
una serie de exvotos a Atenea Nicéfora,
colocados frente a su templo a manera de
grupos escultóricos que representaban a los galos vencidos.
Este pueblo guerrero a quien también se denominaba “celtas” (οἱ Κελτοὶ), como nos recuerda Pausanias, tras saquear el norte de la Hélade, se había asentado en el centro-norte de Anatolia, lo que luego los romanos convertirían en la provincia de Galatia, en torno a su capital Ancira (Ankara). Desde allí se dedicaban al fructífero negocio de la extorsión: cobraban un tributo a las ricas poleis griegas de la costa a cambio de "protección", es decir, de no ser atacadas.
Pues bien, de todos los exvotos que dedicó el rey de Pérgamo a la diosa protectora de la ciudad para conmemorar esta gran victoria sobre tan odiosos enemigos, el principal de ellos, de forma circular y del que formaba parte nuestro galo moribundo, tenía esta inscipción en su base:
“El rey Atalo, tras haber derrotado
a los galos tolistuageos en las fuentes del río Caico,
dedicó esta obra como ofrenda de gratitud a Atenea”
Reconstrución del monumento de los galos y su localización en el santurio de Atenea Polias en la acrópolis.
Átalo I contrató al gran escultor de la época, Antígono de Caristo, y también a Epígono de Pérgamo, que realizaron una obra maestra de seis figuras con el jefe galo suicidándose en el centro. Esta figura central del monumento, de la que también se conserva una copia romana, el famoso Gálata Ludovisi, es quizá la más conocida del grupo escultórico. No obstante, nuestra preferencia es el gálata moribundo, ese guerrero representado con gran realismo, con cabellera y bigote al estilo galo y un torque en el cuello, que lucha contra la muerte, negándose a aceptar su destino. Es, quizá, este pathos, representanto el último aliento, lo más impactante de la escultura.
Cuenta Julio César en su relato de las guerras en las Galias que los galos iban desnudos al combate, exceptuando sus armas, y Diodoro Sículo relata cosas similares: "Algunos utilizan petos metálicos, mientras que otros van completamente desnudos al combate, confiando únicamente en la protección que brinda la naturaleza".
Lo cierto es que nuestro galo moribundo aparece completamente desnudo, al modo de un héroe griego, lo que permite un estudio virtuoso de su anatomía, en la que se tensan los músculos en busca de ese aire que ya no llega a los pulmones. Su herida mortal, muy visible en el costado, muestra la intención del escultor de representar el último momento de dolor y agonía ante una muerte inminente.
Además del triunfo de la civilización sobre los bárbaros (idea fundamental en el arte griego), la obra también muestra el valor de los vencidos, el autocontrol frente a la muerte y la nobleza de este pueblo extranjero.
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Genial, gracias por el aporte.
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