lunes, 23 de marzo de 2020

La Gigantomaquia del Altar de Pérgamo (1)

Pero si espectacular es la arquitectura del Altar de Zeus, lo que realmente ha dado fama universal al monumento son sus dos frisos con relieves, en especial el exterior, que representa una Gigantomaquia, que rodea todo el zócalo superior del edificio y que es el más largo conservado de la antigua Grecia después del friso del Partenon (tiene 113 metros de largo y 2,30 metros de altura). Estaba dividido en 100 paneles, de los que se conservan 84 en el museo de Berlín. 
El friso de Gigantomaquia representa la batalla cósmica de los dioses olímpicos contra los Gigantes , los hijos de la diosa primordial GEA

Las diversas explicaciones propuestas para la temática del friso parten para su análisis de la Teogonía de Hesíodo, un poema del siglo VIII-VII aC., que es una de las más antiguas versiones del origen del cosmos y del linaje de los dioses de la mitología griega. Sin embargo, es Apolodoro, un mitógrafo del siglo II dC en su Biblioteca, quien proporciona la versión más completa de la historia, narrando la lucha sostenida por Zeus, apoyado por las divinidades olímpicas, contra los gigantes, hijos de la Tierra (Gea) y del Cielo (Urano), que se habían sublevado contra él por haber encerrado a sus hermanos, los Titanes, en las abismales profundidades del Tártaro. La presencia de Heracles, en lugar muy cercano al padre de los dioses, se debe a una predicción oracular, en la cual la victoria de los olímpicos sólo se producirá en caso de que un mortal accediera a apoyarles. No debe confundirse la lucha de los olimpícos conntra los Titánes, que la precedió, con la Gigantomaquia.    Así se narra la Titanomaquía, que no fue muy popular en Grecia y Roma por considerarse un combate maldito de hijo contra padre:

“Cuando Zeus creció, tomó como compañera a Metis, hija de Oceáno. Esta  dio de beber a Cronos un brebaje que le hizo vomitar la piedra y luego a los niños que había tragado, y con sus ayuda Zeus libró la guerra contra Cronos y los Titanes. Lucharon durante diez años, y  Gea le profetizó la victoria si contaba como aliados con los que habían sido arrojados al Tártaro. Entonces él …desató sus ataduras. Y los Cíclopes le dieron a Zeus el trueno, el relámpago y el rayo, a Plutón el yelmo y a Poseidón el tridente. Armados con estas armas, los dioses vencieron a los Titanes, los encerraron en el Tártaro y les pusieron como vigilantes a los hecatonquiros. Los vencendores echaron a suertes el poder, y a Zeus se le asignó el dominio del cielo, a Poseidón el dominio del mar y a Plutón el dominio en el Hades” (Ap. Bib.,I,I,7, I, 2,1)



Giulio Romano Techo de la sala de los gigantes en el Palazzo Te, Mantua


Por el contrario la batalla entre dioses y gigantes fue un tema  tan popular en el arte griego que entre los siglos VI y IV a. C. hay más de 300 muestras de cerámica o de relieves en las que se representa el asunto. El relato tiene un contenido político evidente, de la lucha de la razón, del estado, contra el caos. Tanto los griegos como el resto de las civilizaciones lo utilizarán como justificación de su orden político y moral. Y en ese sentido también se empleará de advertencia contra rebeliones intestinas. Así lo hemos de interpretar en los siglos renacentistas, cuando se empieza a consolidar el poder de los estados modernos.

Parece que fue Crates de Malos el responsable del programa iconográfico. Para ello se basó en un libro, hoy perdido, sobre gigantes de Cleantes de Aso,  filósofo de la escuela estoica y discípulo y sucesor de Zenón de Citio.


El ala SW representa a Dioniso, el divino ancestro de los atálidas, acompañado de su cortejo (ninfas, sátiros, y su madre Sémele, que guía un león a la batalla). Mitad mortal, Dioniso debe superar una serie de aventuras para ser aceptado por los olímpicos como uno de ellos.
Vestido con la pardalis o piel de pantera, la figura de Dionisos, con un mágnifico trabajo en los pliegues, es una de las mejores de todo el friso.

El lado sur comienza con Rea / Cibeles. Con arco y flecha cabalga a la batalla en un león. A la izquierda se puede ver el águila de Zeus con un haz de rayos en sus garras. Junto a Rea, tres de los inmortales luchan con un poderoso gigante de cuello de toro. La primera, una diosa que no ha sido identificada, aunque se ha propuesto bien Andrastea, una ninfa cretense, a quien Rea confió al infante Zeus para que lo protegiese de su padre Crono y lo criase en la cueva Dictea, bien la diosa primordial Nix (Noche). Le sigue Hefesto/Vulcano, el amigo de Dioniso, que levanta un martillo de dos cabezas en alto. Sigue otro dios arrodillado no identificado que clava una lanza en el cuerpo de un gigante anguípodo.




La parte central del lado sur, muy mal conservada, representa a los dioses astrales: Eos, la Aurora,  "de sonrosados dedos", como dice Homero (*), cabalga en su montura, cuyas riendas sostiene con la mano derecha, mientras que con la izquierda dirige contra un gigante la llama de su antorcha. Es con la misma arma que lucha Helios. El joven dios, vestido con la larga túnica de los aurigas, sostiene con una mano las riendas de su caballo que se encabrita, y golpea con su antorcha a un joven gigante de forma humana, musculado como un atleta.



Selene



En medio de sus hijos sigue la titánide Tea, “de muchos nombres” como la llama Píndaro. Junto a su madre, de espaldas al espectador, la diosa de la luna Selene cabalga sobre un caballo, y presenta una abundancia de pequeños pliegues en su vestido, que descubre el contorno de un hombro desnudo. Esta figura encantadora, que está iluminada por un rayo ático de gracia, es de excelente ejecución. Otro gigante antropomorfo separa a madre e hija en una composición que se repite.

Muy destruida, la figura de una mujer alada podría representar a la diosa del día, Hémera, "la de las alas blancas” como la llama Eurípides; Detrás, su hermano, Eter, con la apariencia de hombre robusto, afixiando en sus brazos al gigante León, ser fantástico con la cabeza de león, manos armadas con garras afiladas y patas de serpiente; Después, Urano, de edad provecta, combate con espada y escudo, desplegando dos largas alas; a su lado, una de sus hijas, la titánide Themis, diosa de la justicia.

En el último tercio del lado sur se inicia el ciclo de Leto, madre con Zeus de los gemelos Apolo y Artemisa. El alumbramiento de estos y su persecución por Hera darán lugar a hermosos mitos. El grupo  muestra a la titánide Febe, hermana de Themis, y madre de Leto y Asteria, la madre de Hécate. Coronada con una diadema, con el pelo suelto, Febe blande, como una lanza, una antorcha larga, cuya llama ardiente dirige hacia la cara de un gigante alado. Asteria, con un quitón dórico, hunde su espada en la garganta de un gigante arqueado sobre sus anillos de serpiente, donde el perro de la diosa, una bestia de piel rizada, hunde sus colmillos con furia.


La fachada oriental, la mejor conservada y la primera que se veía cuando se accedía al recinto, agrupa a casi todos los grandes dioses olímpicos y está consagrada a la glorificación de los titulares del altar: Zeus y Atenea. Entre los grupos precedentes y los de Zeus y Atenea, la transición se realizó hábilmente: Las deidades délficas y Hécate formaron el vínculo natural entre las divinidades de la luz y el señor del Olimpo.
Hécate, la diosa de hechicería y de las encrucijadas, lucha contra el gigante anguípedo Clitios, mientras que Artemisa, hija de Leto ataca al bello gigante Oto. El perro de la diosa muerde a otro anguípedo.

Traducir la triple naturaleza de Hécate sin alterar la belleza de la forma, sin oponer a los gigantes una divinidad tan monstruosa como ellos mismos, era un problema bastante difícil. 

El escultor lo resolvió felizmente o, por decirlo mejor, lo esquivó hábilmente. Los tres cuerpos de Hécate están como superpuestos, tan hábilmente que se necesita un esfuerzo de atención para distinguirlos. Primero vemos una divinidad de espaldas, armada con un escudo y blandiendo una antorcha; en segundo plano, otra armada de lanza; en el tercero, una cabeza con casco y un brazo con una espada. Esta triple línea de diosas representa la triple Hécate, y por lo tanto, se respeta la precisión mitológica sin que la estética padezca, ya que la figura elegante con paños en movimiento acapara la mirada. 


En el grupo siguiente, el escultor se inspira en la leyenda contada por Apolodoro , según la cual uno de los alóadas, el gigante Oto, se había enamorado de Artemisa, la cazadora divina. El gigante, un hermoso efebo con casco y armado con la lanza y escudo, queda sorprendido al ver la belleza de la diosa, que, implacable, le dispara una flecha mortal, mientras que uno de los perros de su jauría hinca sus colmillos en la nuca de otro gigante, ya vencido.


Quizás se trate de Aigaion o Aegeon, uno de los tres hecatonquiros (probablemente Briareo que según Homero se llama Aegaeon -"cabra"-, una deidad marina e hijo de Poseidón. Es el perro de la diosa Artemisa el que acaba con él.


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(*)    "Al día siguiente, al despuntar la Aurora de rosados dedos,.." 
           Homero, La Odisea, canto XII

        “Eos, de azafranado velo, se levantaba de la corriente del Océano para llevar la luz a                         los dioses y a los hombres”
           Homero, La Iliada, canto XIX

domingo, 22 de marzo de 2020

El Gran Altar de Zeus en Pérgamo, la octava maravilla de la Antigüedad

Reconstrucción del Altar de Zeus en el Museo de Pérgamo. Berlín.

El Gran Altar de Pérgamo -trasladado a Berlín y reconstruido allí su frontal y sus frisos- es junto al Partenon de Atenas, la obra cumple de la civilización helenística.


Al sur del templo dedicado a Atenea Polias, pero a un nivel más bajo, se elevaba el gran altar de Zeus Soter, dedicado también a Atenea Nicéfora. 


Constituyó la culminación del refinamiento artístico de la corte helenística de los atálidas y formó parte del aparato propagandístico del reino de Pérgamo. Muestra la preferencia asiática por el orden jónico, originario de la región, por la espectacularidad y el efecto escénico de las grandes columnatas y los majestuosos tramos de escaleras, y por una mayor libertad, perfeccionamiento y ornamentación de las antiguas formas constructivas griegas.


Aunque como dice el profesor Wolfgang Radt, "Nada en la investigación es indiscutible en esta famosa obra maestra del arte de Pérgamo, ni el constructor, ni la fecha, ni la ocasión, ni el propósito de la construcción", podemos asegurar que se construyó durante el reinado de Eumenes II, entre los años 180 y 160 a. C. y que en ella pudieron trabajar los arquitectos Menécrates de Rodas o Hermógenes de Magnesia, y el artista ateniense Filomacos, el séptimo y último de los siete grandes escultores griegos, a quien Plino atribuye los Monumenta Attalidium.
Restos del Altar de Zeus in situ
Respecto al motivo de su construcción, al principio se creía que se erigió para celebrar una batalla contra macedonios o seleúcidas. Esta idea se ha abandonado y hoy se piensa que, además de su dimensión propagandística de legitimación dinástica, su construcción se relaciona con la instauración en el 181a.C. de unas fiestas anuales en honor de Atenea Nicéforas (la que conduce a la victoria) para evocar la contribución de la diosa en guerra con los gigantes. Por tanto, en ese sentido debe interpretarse el programa iconográfico de su gran friso,  la Gigantomaquia, que conmemora un evento cosmológico de importancia moral general, en el sentido de la filosofía estoica, que representa la lucha del principio del bien y lo justo -los dioses olímpicos y sus asistentes- contra el mal -las fuerzas caóticas de la naturaleza en forma de gigantes nacidos en la tierra-.
El altar se situaba a medio camino entre el templo de Atenea y el de Zeus, y su función era sacrificial, aunque no se han encontrado numerosos restos de las víctimas de los holocaustos. Tal vez sólo se dedicase a libaciones, es decir, ofrenda de sacrificios en forma de incienso, vino y frutas.

Con el Helenismo las proporciones de los edificios experimentan un cambio notable: se vuelven más grandes. Los altares, que antiguamente eran pequeños y se erigían ante los templos, ahora se convierten en construcciones independientes que buscan la monumentalidad y la manifestación escenográfica del poder de los monarcas. Dentro de ellos destacan los denominados altares de columnas de los que conocemos otros dos ejemplos, el de Priene y el de Magnesia , que desgraciadamente no se han conservado, pero que también presentaban una planta en forma de letra PI.


El altar propiamente dicho (rectangular) se erguía en un patio porticado con dobles columnas y descubierto sobre una grandiosa estructura arquitectónica de forma casi cuadrada (34x36 mts) y también perístila. 
El conjunto descansaba sobre una plataforma de 5 gradas (crepidoma), sobre la que se alzaba un doble podio en desnivel, delimitado por una cornisa en voladizo. El zócalo superior estaba revestido con un inmenso friso que rodeaba todo el exterior del edificio (120 m. de longitud por 2.30 m. altura). Por encima de otra cornisa se situaban las columnas y el entablamento.



El orden jónico, cuyo origen Vitrubio sitúa en el famoso santuario de Artemisa en Éfeso (s. VI a. C.), será seña de identidad de la arquitectura en Asia Menor a partir del siglo IV a. C., cuando el célebre arquitecto Piteo lo emplee en Mausoleo de Halicarnaso. La elección del orden jónico como elemento constructivo del gran altar de Pérgamo obedecía, por tanto, a las más eruditas reflexiones sobre arquitectura de la época, a la vez que a la exaltación de la propia tradición.
El tejado se decoraba con estatuas de grupos de cuatro caballos, leones atacándose, grifos, centauros y especies de gárgolas inacabadas. En la terraza del altar se encontraron esculturas de diosas cuya ubicación sigue siendo objeto de discusión: ¿intercolumnios o en el tejado?
Maqueta del Altar de Zeus. Museo de Pérgamo. Berlín.

En resumen, la ordenación arquitectónica de esta maravilla aunaba principios constructivos puramente griegos con innovadores contrastes en la disposición del espacio, fruto de la imaginación oriental y de la atrevida concepción artística del momento. Así, la horizontalidad de su cuerpo inferior, con su amplio pedestal y su zócalo de perfil escalonado, contrastaba con la esbeltez de la columnata superior, logrando un efecto armónico, tan solo quebrado por la decidida irrupción de la escalinata central. Por otro lado, el circuito de 90 columnas, que ceñía el conjunto, aunque evocaba el contorno de un templo períptero, por su disposición porticada pudo estar inspirada en la stoa.
Recontrucción de la entrada del altar de Zeus en el Museo de Pérgamo, Berlín.

martes, 17 de marzo de 2020

El palacio de Eumenes II

Los palacios de los reyes atálidas de Pérgamo fueron legendarios en la Antigüedad por su extraordinaria  riqueza decorativa. Así lo pudieron comprobar los romanos cuando los saquearon en busca de tesoros y se quedaron maravillados por el "lujo asiático" de los mismos.
Aunque cada rey se construyó su propio palacio en la acrópolis de Pérgamo, destacó sobremanera el de Eumenes II Evergetes (el benefactor), 197-159 aC, que quiso convertir su ciudad en la nueva Atenas de Pericles.

Esquema de la acrópolis de Pérgamo con la localilación del palacio de Eumenes
II (Palacio V). A la derecha un busto romano del basileo. 

Eumenes II siguió los pasos de su padre, Atalo I, aliándose con la República romana contra macedonios y seléucidas, lo que vio recompensado tras la  batalla de Magnesia (190 aC) con el engrandecimiento de su reino. Desde entonces llevó a cabo un gran programa constructivo para convertir su ciudad en capital del helenismo y competir con la misma Alejandría.


Cuenta el historiador Plinio el Viejo que el pergamino se inventó en Pérgamo, como consecuencia de la lucha por el dominio cultural e intelectual que mantenía esta ciudad con Alejandría. Al parecer, el rey de Egipto Ptolomeo V (205-182 a.C), ante el temor de que su biblioteca fuera sobrepasada por la pergaménica, decretó un embargo en la exportación de papiro, lo que propicio la invención del pergamino en la corte de Eumenes II, rey de PérgamoSea como fuese, lo cierto es que la relación entre el pergamino y Pérgamo es evidente, tal vez motivada porque la ciudad se convirtió en un gran centro productor y exportador de este material.

Fue en este reinado cuando Pérgamo se convierte en un fastuoso conjunto monumental, un inmenso escenario de mármol blanco para impresionar a visitantes y proclamar la riqueza y el poder del reino atálida. Eumenes II terminó el espectacular teatro de la acrópolis; levantó el pórtico con que se rodeó el santuario de Atenea Nicéfora, empleando por primera vez la superposición de órdenes y su ornamentación con armas, guirnaldas y bucráneos, algo que inmitarán los romanos repetidamente; agrandó la Biblioteca -que llegó a reunir más de 200.000 volúmenes- poniendo en su dirección a Crates de Malos; en fin, mandó erigir una de las obras maestras de la Antigüedad, el Altar de Zeus, que fue motivo de orgullo de la ciudad durante siglos.

El palacio del rey no desmecía este majestuoso marco. Aunque no era excesivamente grande, sabemos que contenía exóticos jardines y maravillosas estancias decoradas por los pintores y mosaicistas más renombrados. Entre estos destacaron Hefestion y, sobre todo, Soso de Pérgamo, que hizo allí dos mosaicos celebérrimos, descritos por Plinio el Viejo y que fueron imitados hasta la saciedad por los romanos.

1/ "...en este campo -el de los mosaicos- el artista más famoso fue Soso que hizo en Pérgamo el pavimento que es conocido por los griegos como "suelo sin barrer", que por medio de pequeñas piezas teñidas con diferentes colores, representa los desechos de alimentos y de basura que parece que se hayan quedado allí"

“…celeberrimus fuit in hoc genere Sosus, qui Pergami stravit quem vocant asaroton oecon, quoniam purgamenta cenae in pavimentis quaeque everri solent velut relicta fecerat parvistessellis tinctisque in varios colores” (HN, XXXVI, 184)

Mosaico del asàrotos òikos "suelo sin barrer", ideado en el siglo II a.C. por Sosos de Pérgamo y aquí representado por el artista Heráclito  para un triclinio de una villa de la época de Adriano en el Aventino. Museo Gregoriano Profano, Museos Vaticanos. Roma.
























2/ “Hizo una paloma admirable bebiendo y oscureciendo el agua con la sombra de su cabeza, y otras que se calientan al sol rasgándose con el pico en el borde de un cuenco”
mirabilis ibi columba bibens et aquam umbra capitis infuscansapricantur aliae scabentes sese in canthari labro” (HN, XXXVI, 184)
Mosaico de las Palomas en Villa Adriana en Tivoli. Aunque la mayoría de especialistas creen que es una copia romana del original que hizo Soso para Eumenes II, no es descartable que pudiera tratarse del original mandado traer por el emperador  que tanto amaba lo oriental. La perfección técnica del mismo (opus vermiculatum de altísima calidad, delicadeza y detalle, en el que 70 teselas ocupan 1 cm2) sería el argumento para esta suposición.  Museos Capitolinos, Roma.
Durante el periodo que siguió a la muerte de Atalo III (133 aC), que declaró heredera de su reino a Roma, hubo revueltas y sublevaciones contra el poder romano y los palacios de Pérgamo fueron saqueados por las legiones, buscando las riquezas y los famosos mosaicos de Sosos. Por eso no se conservó prácticamente ninguno in situ y por tanto no pudieron ser trasladados a Berlín por los arqueólogos alemanes que excavaron la ciudad a finales del XIX. Sí se llevaron en cambio algunos otros de Hefestion, que nos permite vislumbrar parcialmente ese lujo asiático que fascinó a los romanos:


Todos estos mosaicos se conservan hoy en el museo de Pérgamo de Berlín. La firma (HEFAISTION EPOIEI), dejada adrede por los soldados que arrancaron el resto del mosaico, nos hace pensar que lo que de verdad se cotizaba en Roma eran las obras de Soso y que algunos, despojados de su autoría, se hicieron pasar por suyos para obtener un gran precio.

El palacio también estaría ornamentado con pinturas al fresco en la paredes, que, evidentemente, tampoco se han conservado. Sin embargo, tenemos obras sin duda inspiradas en ellas, como esta de la Basílica de Herculano, en la que 
Hércules descubre delante de la personificación de la Arcadia a su hijo Télefo, mítico fundador de Pérgamo, amamantado por una cierva tras su abandono.
Hércules y su hijo Télefo, fresco romano en el Augusteum en Herculano ;
Museo Arqueológico Nacional de Nápoles

Desconocemos el autor de este fresco, en el que la diagonal blanca drapeada de la Arcadia contrasta vivamente con  la vertical oscura del héroe en maravilloso escorzo, pero la temática nos remite a Pérgamo cuyo fundador mostraba semejanzas con el de Roma, como puso de manifiesto Plutarco dedicándoles un capítulo de sus 
Vidas Paralelas. En efecto, el nacimiento de Télefo (de thèlè, ubre, y elaphòs, ciervo) presenta grandes similitudes con el de Rómulo.  Apolodoro nos cuenta que su madre, Auge, hija del rey de Tegea, que había sido consagrada como sacerdotisa de Atenea a causa de un oráculo que prescribía su virginidad, fue seducida/violada por Hércules, escondiendo el niño concebido. Cuando fue descubierto el sacrilegio por su padre, la mandó matar y abandonar al bebé a la alimañas.  Télefo, amamantado por un ciervo -como se representa en el fresco- y Auge, indultada por el verdugo y vendida como esclava, llegaron a Misia donde madre e hijo se convirtieron en esposa y sucesor del rey Teutrante. Pausanias escribe que la tumba de Auge estaba en Pérgamo y consistía en un montículo de tierra rodeado por una base de piedra y coronado por una figura de mujer desnuda en bronce.

No quiero terminar sin hacer referencia a los episodios que relacionan a Télefo con el ciclo de la Guerra de Troya. Cuenta Filostrato de Lemnos que "[de como] los aqueos, antes de Troya, saquearon Misia, que entonces gobernaba Télefo, y de cómo éste, luchando por los suyos, fue herido por Aquiles, puedes enterarte por los poetas, ya que estos hechos no los pasaron por alto."(Heroicas, II, 23). Durante ocho años, los griegos volvieron a reunir otro ejército y se concentraron por segunda vez en Áulide. Sin embargo, no sabían cómo llegar a Tróade; Télefo, cuya herida no se curaba y a quien Apolo había predicho que "lo que lo había herido lo curaría", pasó de Misia a Áulide vestido de harapos como un mendigo y ofreció a los griegos mostrarles el camino si Aquiles consentía en curarlo. Aristófanes y Eurípides utilizaron el episodio en comedias y tragedias. Así, por ejemplo, Eurípides en su tragedia "Télefo" narra que, por consejo de Clitmenestra, Télefo se había apoderado del pequeño Orestes, en la cuna, y había amenazado con matarlo si los griegos no accedían a obligar a Aquiles a curarlo. Aquiles se negó, alegando que no tenía conocimiento catártico. Odiseo, sin embargo, razonó que la lanza que había infligido la herida debía ser capaz de curarla. Trozos de su lanza fueron raspados sobre la herida, y Télefo se curó.
Télefo con el pequeño Orestes, friso interior del Altar de Zeus en Pergamo
Museo de Pergamo, Berlín

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  • Sobre el mosaico asàrotos oikos y su significado se puede consultar este post 

  • Sobre el palacio de Eumenes II, aunque en alemán, este artículo del profesor Winfried Held

  • Sobre Télefo en la literatura y el arte griegos es muy interesante este estudio

lunes, 16 de marzo de 2020

El gálata moribundo























El galo o gátata moribundo fue una de las obras de la Antiguedad más admiradas e inmitadas. Hoy sólo conservamos esta copia romana en los Museos Capitolinos de Roma, pero sabemos que el original, probablemente de bronce, formaba parte de un grupo escultórico erigido en la acrópolis de Pérgamo.

En efecto, fue Atalo I, el primer miembro de la dinastía real que se proclamó basileo, quien tras derrotar definitivamente a los gálatas en una gran batalla (230 aC), que le dio enorme prestigio -se otorgó por ello el título de SOTER-, la conmemoró con una serie de exvotos a Atenea Nicéfora, colocados frente a su templo a manera de  grupos escultóricos que representaban a los galos vencidos. 
Maqueta del acrópolis de Pérgamo. Aparece remarcado el santuario de Atenea Polias Nicéfora, el más importante y antiguo de la acrópolis. Además del templo de la diosa, el recinto albergaba la famosa biblioteca de la ciudad y en su temenos se situaban los conjuntos escultóricos dedicados por los reyes a la divinidad que tantas victorias les había otorgado.


Este pueblo guerrero a quien también se denominaba “celtas” (οἱ Κελτοὶ), como nos recuerda Pausanias, tras saquear el norte de la Hélade, se había asentado en el centro-norte de Anatolia, lo que luego los romanos convertirían en la provincia de Galatia, en torno a su capital Ancira (Ankara). Desde allí se dedicaban al fructífero negocio de la extorsión: cobraban un tributo a las ricas poleis griegas de la costa a cambio de "protección", es decir, de no ser atacadas.

Pues bien, de todos los exvotos que dedicó el rey de Pérgamo a la diosa protectora de la ciudad para conmemorar esta gran victoria sobre tan odiosos enemigos, el principal de ellos, de forma circular y del que formaba parte nuestro galo moribundo, tenía esta inscipción en su base:

“El rey Atalo, tras haber derrotado a los galos tolistuageos en las fuentes del río Caico, dedicó esta obra como ofrenda de gratitud a Atenea”
Reconstrución del monumento de los galos y su localización en el santurio de Atenea Polias en la acrópolis.

Átalo I contrató al gran escultor de la época, Antígono de Caristo, y también a Epígono de Pérgamo, que realizaron una obra maestra de seis figuras con el jefe galo suicidándose en el centro. Esta figura central del monumento, de la que también se conserva una copia romana, el famoso Gálata Ludovisi, es quizá la más conocida del grupo escultórico. No obstante, nuestra preferencia es el gálata moribundo, ese guerrero representado con gran realismo, con cabellera y bigote al estilo galo y un torque en el cuello, que lucha contra la muerte, negándose a aceptar su destino.  Es, quizá, este pathos, representanto el último aliento, lo más impactante de la escultura.
Cuenta Julio César  en su relato de las guerras en las Galias que los galos iban desnudos al combate, exceptuando sus armas, y Diodoro Sículo relata cosas similares: "Algunos utilizan petos metálicos, mientras que otros van completamente desnudos al combate, confiando únicamente en la protección que brinda la naturaleza". 
Lo cierto es que nuestro galo moribundo  aparece completamente desnudo, al modo de un héroe griego, lo que permite un estudio virtuoso de su anatomía, en la que se tensan los músculos en busca de ese aire que ya no llega a los pulmones. Su herida mortal, muy visible en el costado, muestra la intención del escultor de representar el último momento de dolor y agonía ante una muerte inminente.


Además del triunfo de la civilización sobre los bárbaros (idea fundamental en el arte griego), la obra también muestra el valor de los vencidos, el autocontrol frente a la muerte y la nobleza de este pueblo extranjero.


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  • La interesante etimología de Galo, Gálata y Celta, explicando por qué es falsa la opinión de Ovidio que los hace derivar de gala, galaktos (leche, de leche), en referencia a la blancura de su piel.

  • Vídeo en alemán sobre el santuario de Atenea con el monumento de los galos y la famosa biblioteca:

sábado, 14 de marzo de 2020

Pérgamo, la Atenas de Asia Menor

Pintura de la Acrópolis de Pérgamo de Friedrich von Thiersch en 1882



"Pero lo que llama la atención de inmediato es la acrópolis, de gran magnitud, magnífica desde lejos, por todos lados, que es, por así decirlo, una especie de cumbre común de la provincia”
Elio Aristides, Discursos, XXIII, 13



Así describe la parte alta de Pérgamo el eminente sofista y orador griego Elio Aristides en el siglo II de nuestra era, cuando era ya una ciudad de la provincia romana de Asia. 

Sin embargo, este esplendor se originó tiempo atrás, concretamente entre los años 282 y 133 aC, época en que los atálidas la conviertieron en la capital de su reino, una importante potencia regional, pero, sobre todo,  un centro artístico y literario de primer orden, símbolo del helenismo, de la cultura libresca (recordemos su famosísima biblioteca rival de la de Alejandría) y de la medicina (reputadísimo fue también su Asklepion, que visitaron grandes personalidades de la Antigüedad; la ciudad fue asimismo patria de Galeno).

En cualquier caso, si por algo fue conocida la ciudad fue por el Gran Altar de Zeus, que el Apocalipsis denomina "trono de Satanás", y que, sin duda, se puede incluir  entre las grandes maravillas del Mundo Antiguo.

El origen del reino de Pérgamo hay que buscarlo entre los escombros que provocó la fragmentación del Imperio de Alejandro Magno. Las rivalidades y luchas entre los diádocos (sucesores) configurarán el mundo helenístico, de monarquías dinásticas competidoras, pero con una cultura unificada: koiné o idioma común, florecimiento de escuelas filosóficas -estoicas, epicúreas, cínicas-, sincretismo religioso y cultos mistéricos, urbanismo espectacular y formas artísticas mixtas. En este contexto y explotando las rivalidades entre Antígono, Lisímaco y Seleuco, un curtido militar macedonio, Filetero, conseguirá la independencia de la zona, instaurarando su propia dinastía, los atálidas. Sus sucesores, combatiendo con los gálatas, consolidaron el reino. Pero será la alianza con Roma contra macedonios y seléucidas lo que  permitirá a Pérgamo vivir una época dorada en la que se levantó su magnífica acrópolis remedo de la ateniense. 

Pergamo, junto a sus aliados de Roma y Rodas, derrota al Imperio Seléucida en la batalla de Magnesia. Esta victoria, sancionada en la Paz de Apamea, además de aportarle grandes riquezas,  multiplica por cinco el territorio de los atálidas, proporciona a Roma un inmeso botín de obras de arte, e incrementa también las posesiones de la isla de Rodas, que posiblemente dedicase entonces al santuario de los Grandes Dioses de Samotracia una hermosísima Victoria alada realizada en marmol de Paros.



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  • Una magnífica síntesis histórica sobre el helenismo es la obra de profesor HEINZ HEINEN, Historia del Helenismo: de Alejandro a Cleopatra, Alianza Editorial, 2007. Dividido en tres partes, en la primera se expone la conquista del Imperio Persa a cargo de Alejandro, el reparto del mismo entre sus generales (los «diádocos») tras su muerte y la fundación de sus distintas dinastías (Seléucidas, Tolomeos, Atálidas…), la expansión de romanos y partos, y el fin del último Estado helenístico: el Egipto de los Tolomeos; En la segunda parte, se presentan las regiones más importantes del mundo helenístico; La parte final se consagra a la cultura y la religión, marcadas a menudo por la fusión, a través de Grecia, del pujante Imperio Romano y las declinantes monarquías orientales.



  • Por último,  un estupendo vídeo con la reconstrucción de la acrópolis de Pérgamo: