Pero si espectacular es la arquitectura del Altar de Zeus, lo que realmente ha dado fama universal al monumento son sus dos frisos con relieves, en especial el exterior, que representa una Gigantomaquia, que rodea todo el zócalo superior del edificio y que es el más largo conservado de la antigua Grecia después del friso del Partenon (tiene 113 metros de largo y 2,30 metros de altura). Estaba dividido en 100 paneles, de los que se conservan 84 en el museo de Berlín.
El friso de Gigantomaquia representa la batalla cósmica de los dioses olímpicos contra los Gigantes , los hijos de la diosa primordial GEA |
Las diversas explicaciones propuestas para la temática del friso parten para su análisis de la Teogonía de Hesíodo, un poema del siglo VIII-VII aC., que es una de las más antiguas versiones del origen del cosmos y del linaje de los dioses de la mitología griega. Sin embargo, es Apolodoro, un mitógrafo del siglo II dC en su Biblioteca, quien proporciona la versión más completa de la historia, narrando la lucha sostenida por Zeus, apoyado por las divinidades olímpicas, contra los gigantes, hijos de la Tierra (Gea) y del Cielo (Urano), que se habían sublevado contra él por haber encerrado a sus hermanos, los Titanes, en las abismales profundidades del Tártaro. La presencia de Heracles, en lugar muy cercano al padre de los dioses, se debe a una predicción oracular, en la cual la victoria de los olímpicos sólo se producirá en caso de que un mortal accediera a apoyarles. No debe confundirse la lucha de los olimpícos conntra los Titánes, que la precedió, con la Gigantomaquia. Así se narra la Titanomaquía, que no fue muy popular en Grecia y Roma por considerarse un combate maldito de hijo contra padre:
“Cuando
Zeus creció, tomó como compañera a Metis,
hija de Oceáno.
Esta dio de beber a Cronos un brebaje
que le hizo vomitar la piedra y luego a los niños que había tragado, y con sus
ayuda Zeus libró la guerra contra Cronos y los Titanes. Lucharon durante diez
años, y Gea
le profetizó la victoria si contaba como aliados con los que habían sido
arrojados al Tártaro. Entonces él …desató sus ataduras. Y los Cíclopes le
dieron a Zeus el trueno, el relámpago y el rayo, a Plutón el yelmo y a Poseidón
el tridente. Armados con estas armas, los dioses vencieron a los Titanes, los
encerraron en el Tártaro y les pusieron como vigilantes a los hecatonquiros.
Los vencendores
echaron a suertes el poder, y a Zeus se le asignó el dominio del cielo, a
Poseidón el dominio del mar y a Plutón el dominio en el Hades” (Ap. Bib.,I,I,7,
I, 2,1)
Giulio Romano Techo de la sala de los gigantes en el Palazzo Te, Mantua |
Por el contrario la batalla entre dioses y gigantes fue un tema tan popular en el arte griego que entre los siglos VI y IV a. C. hay más de 300 muestras de cerámica o de relieves en las que se representa el asunto. El relato tiene un contenido político evidente, de la lucha de la razón, del estado, contra el caos. Tanto los griegos como el resto de las civilizaciones lo utilizarán como justificación de su orden político y moral. Y en ese sentido también se empleará de advertencia contra rebeliones intestinas. Así lo hemos de interpretar en los siglos renacentistas, cuando se empieza a consolidar el poder de los estados modernos.
Parece que fue Crates de Malos el responsable del programa iconográfico. Para ello se basó en un libro, hoy perdido, sobre gigantes de Cleantes de Aso, filósofo de la escuela estoica y discípulo y sucesor de Zenón de Citio.
El ala SW representa a Dioniso, el divino ancestro de los atálidas, acompañado de su cortejo (ninfas, sátiros, y su madre Sémele, que guía un león a la batalla). Mitad mortal, Dioniso debe superar una serie de aventuras para ser aceptado por los olímpicos como uno de ellos.
Vestido con la pardalis o piel de pantera, la figura de Dionisos, con un mágnifico trabajo en los pliegues, es una de las mejores de todo el friso. |
El lado sur comienza con Rea / Cibeles. Con arco y flecha cabalga a la batalla en un león. A la izquierda se puede ver el águila de Zeus con un haz de rayos en sus garras. Junto a Rea, tres de los inmortales luchan con un poderoso gigante de cuello de toro. La primera, una diosa que no ha sido identificada, aunque se ha propuesto bien Andrastea, una ninfa cretense, a quien Rea confió al infante Zeus para que lo protegiese de su padre Crono y lo criase en la cueva Dictea, bien la diosa primordial Nix (Noche). Le sigue Hefesto/Vulcano, el amigo de Dioniso, que levanta un martillo de dos cabezas en alto. Sigue otro dios arrodillado no identificado que clava una lanza en el cuerpo de un gigante anguípodo.
La parte central del lado sur, muy mal conservada, representa a los dioses astrales: Eos, la Aurora, "de sonrosados dedos", como dice Homero (*), cabalga en su montura, cuyas riendas sostiene con la mano derecha, mientras que con la izquierda dirige contra un gigante la llama de su antorcha. Es con la misma arma que lucha Helios. El joven dios, vestido con la larga túnica de los aurigas, sostiene con una mano las riendas de su caballo que se encabrita, y golpea con su antorcha a un joven gigante de forma humana, musculado como un atleta.
Selene |
En medio de sus hijos sigue la titánide Tea, “de muchos nombres” como la llama Píndaro. Junto a su madre, de espaldas al espectador, la diosa de la luna Selene cabalga sobre un caballo, y presenta una abundancia de pequeños pliegues en su vestido, que descubre el contorno de un hombro desnudo. Esta figura encantadora, que está iluminada por un rayo ático de gracia, es de excelente ejecución. Otro gigante antropomorfo separa a madre e hija en una composición que se repite.
Muy destruida, la figura de una mujer alada podría representar a la diosa del día, Hémera, "la de las alas blancas” como la llama Eurípides; Detrás, su hermano, Eter, con la apariencia de hombre robusto, afixiando en sus brazos al gigante León, ser fantástico con la cabeza de león, manos armadas con garras afiladas y patas de serpiente; Después, Urano, de edad provecta, combate con espada y escudo, desplegando dos largas alas; a su lado, una de sus hijas, la titánide Themis, diosa de la justicia.
En el último tercio del lado sur se inicia el ciclo de Leto, madre con Zeus de los gemelos Apolo y Artemisa. El alumbramiento de estos y su persecución por Hera darán lugar a hermosos mitos. El grupo muestra a la titánide Febe, hermana de Themis, y madre de Leto y Asteria, la madre de Hécate. Coronada con una diadema, con el pelo suelto, Febe blande, como una lanza, una antorcha larga, cuya llama ardiente dirige hacia la cara de un gigante alado. Asteria, con un quitón dórico, hunde su espada en la garganta de un gigante arqueado sobre sus anillos de serpiente, donde el perro de la diosa, una bestia de piel rizada, hunde sus colmillos con furia.
La fachada oriental, la mejor conservada y la primera que se veía cuando se accedía al recinto, agrupa a casi todos los grandes dioses olímpicos y está consagrada a la glorificación de los titulares del altar: Zeus y Atenea. Entre los grupos precedentes y los de Zeus y Atenea, la transición se realizó hábilmente: Las deidades délficas y Hécate formaron el vínculo natural entre las divinidades de la luz y el señor del Olimpo.
Traducir la triple naturaleza de Hécate sin alterar la belleza de la forma, sin oponer a los gigantes una divinidad tan monstruosa como ellos mismos, era un problema bastante difícil.
El escultor lo resolvió felizmente o, por decirlo mejor, lo esquivó hábilmente. Los tres cuerpos de Hécate están como superpuestos, tan hábilmente que se necesita un esfuerzo de atención para distinguirlos. Primero vemos una divinidad de espaldas, armada con un escudo y blandiendo una antorcha; en segundo plano, otra armada de lanza; en el tercero, una cabeza con casco y un brazo con una espada. Esta triple línea de diosas representa la triple Hécate, y por lo tanto, se respeta la precisión mitológica sin que la estética padezca, ya que la figura elegante con paños en movimiento acapara la mirada.
En el grupo siguiente, el escultor se inspira en la leyenda contada por Apolodoro , según la cual uno de los alóadas, el gigante Oto, se había enamorado de Artemisa, la cazadora divina. El gigante, un hermoso efebo con casco y armado con la lanza y escudo, queda sorprendido al ver la belleza de la diosa, que, implacable, le dispara una flecha mortal, mientras que uno de los perros de su jauría hinca sus colmillos en la nuca de otro gigante, ya vencido.
Quizás se trate de Aigaion o Aegeon, uno de los tres hecatonquiros (probablemente Briareo que según Homero se llama Aegaeon -"cabra"-, una deidad marina e hijo de Poseidón. Es el perro de la diosa Artemisa el que acaba con él.
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(*) "Al día siguiente, al despuntar la Aurora de rosados dedos,.."
Homero, La Odisea, canto XII
“Eos, de azafranado velo, se levantaba de la corriente del Océano para llevar la luz a los dioses y a los hombres”
Homero, La Iliada, canto XIX
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(*) "Al día siguiente, al despuntar la Aurora de rosados dedos,.."
Homero, La Odisea, canto XII
“Eos, de azafranado velo, se levantaba de la corriente del Océano para llevar la luz a los dioses y a los hombres”
Homero, La Iliada, canto XIX