En las iglesias románicas de las antiguas provincias francesas de Saintonge y Poitou es posible ver, si ponemos atención, a bellas jóvenes vestidas de guerreros que atacan y derrotan a pequeños monstruos demoníacos. ¿Qué representan estas luchas y qué mensaje nos transmiten desde hace casi mil años?
Alabar las virtudes es afirmar la superioridad del alma en el ser humano y, en un mundo donde la salvación es lo primordial, cultivarlas y defenderlas frente a los ataques de los vicios permitirá conseguir la corona de la vida eterna.
Con esta idea Aurelius Prudentius Clemens, (Calahorra, 348 d. C.-c. 410), en un poema titulado Psychomachia, relata en tono épico el combate que libran el ejército de las virtudes contra el de los vicios por el alma:
«La fe primero, con una imprudencia generosa, se precipita en la llanura. Ella desdeña cubrirse con una coraza y un escudo, y avanza, con los senos desnudos, para encontrarse con su enemiga, la vieja idolatría. La pelea es corta: aunque está herida, la Fe triunfa y orgullosamente le pone su pie sobre la cabeza»
En los manuscritos medievales la obra del escritor riojano se ilustraba con miniaturas de combates singulares entre la lujuria y la castidad, la ira y la paciencia, el orgullo y la humildad, el libertinaje y la templanza, la avaricia y la caridad, y la discordia y la concordia. En el Cotton Ms Cleopatra CVIII, ff 4-37 de The British Library se representa así el triunfo de la paciencia sobre la ira: “permanece impasible bajo el embate de la ira que, con rabia impotente, termina por volver su arma contra sí misma”.
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